A veces, los días se sienten como capítulos que nadie pidió escribir, pero que igual terminan contándolo todo. Una mudanza incómoda, una entrevista absurda, una propuesta de matrimonio que casi se arruina, una navidad con extraños, un sueño demasiado nítido, una competencia perdida. Lo cotidiano se vuelve escenario de pequeñas batallas internas, de preguntas sin respuestas inmediatas, de aprendizajes que llegan tarde y, a veces, con risa incluida.
Este relato recorre un año entero con la urgencia de quien no quiere olvidar lo que ha sido. No hay moralejas forzadas ni fórmulas de superación. Solo una voz que narra desde el desencanto y el afecto, desde la rabia y el humor, desde el deseo honesto de entender qué significa vivir cuando nada sale como se planea. Todo lo que aquí se dice, se ha vivido. Lo absurdo, lo triste, lo íntimo, lo inesperado.
Al terminar, no hay lecciones grabadas en mármol, pero queda esa sensación difícil de nombrar: el peso leve de saberse acompañado en el caos, la sospecha de que hay belleza incluso en lo que no se arregla.